jueves, 31 de enero de 2008

Los hombres y sus carros


En estos días me encontraba saliendo de mi lugar de trabajo, en una "ciudad" donde el 95 % de las personas no tienen un mínimo grado de cultura pop, es decir, no tienen idea de quién es un Cosmo Kramer, un David Letterman, qué cosa es un Starbucks, nunca han visto El Mago de Oz, y mucho menos oído su soundtrack, no les gusta Carlos Sicilia ni entienden a Mafalda. Como les decía, me encontraba saliendo de la oficina cuando vi a un muchacho que me llamó la atención porque tenía algo que me hizo pensar que él sí, que él sí ve Seinfeld y se ríe, que lee algo que no es Harry Potter ni Pablo Coelho, que podría saber qué era Marky Mark and the Funky Bunch.

Mientras lo observaba caminar por el estacionamiento, intentando adivinar cuál sería su carro, me asaltó el siguiente pensamiento, no sé por qué: "este tipo debe tener un carro pequeño". Y cuál es mi sorpresa cuando veo al muchacho acercarse a un Twingo, montarse y alejarse mientras yo pensaba en que tenía que escribir un post sobre eso.

Lo cierto es que me puse a pensar que en el caso de los hombres el carro define parte importante de su personalidad, por ejemplo, es bien sabido que el hombre que sueña con una Silverado, una Fortaleza o una Avalanche, esconde un problema de baja autoestima, así como de impotencia o eyaculación precoz.

Si muere por un Mazda 3 y tiene más de 30 años, es un inmaduro que lo que quiere es picar, ir a 180 en la avenida y/o montar mujercitas mentepollas que estén pendientes de un carro.

Si anda en un Volkwsagen escarabajo 2008 o en una Liberty es gay.

Si anda en una 4 Runner es un insoportable, seguramente campuruso con real, que se cree más que todo el mundo.

Si tiene un carro chino es posible que sea gay o que no sepa nada de carros, por consiguiente no me interesa.

Si tiene un Mustang GT tiene demasiada plata para mi gusto.

Si tiene un Optra, un Elantra o alguno de esos carros de viejo: ABURRIDOOOOOOOOOS!!!!

Si no tiene carro y tiene más de 30 años es un inútil.



viernes, 18 de enero de 2008

Las muñecas de Isbelia


Llegaron a mi casa a finales de los años ochenta, eran una especie de regalo corporativo para las madres y esposas de los empleados del banco donde mi padre trabajaba entonces. Mi primera impresión ante las muñecas fue simple: "tienen la nariz como un cochino". Ojeando la caja donde venían envueltas las figuras, encontré una tarjeta con el nombre y el teléfono de la artesana que las fabricaba. Pensé que era realmente necesario, llamarla y decirle lo que yo pensaba de sus muñecas, de forma anónima, claro está.

Hablar con Isbelia era sencillo, generalmente ella misma atendía la llamada, yo sólo le decía "Aló, ¿Isbelia?"; en tanto confirmaba su identidad, le decía "tus muñecas tienen la nariz como un cochino" y colgaba sin darle tiempo a responder. Después me reía un buen rato de mi ocurrencia y de imaginar lo que Isbelia pensaría, la cara que pondría, su miedo a contestar el teléfono cada vez que sonaba, esperando mi sencilla pero no poco despiadada crítica hacia su trabajo artístico.

Es que a Isbelia no la llamé una sóla vez, la llamé millones de veces. Comencé a los siete años, en esa época lo hacía casi a diario. A medida que iba creciendo, la frecuencia de mis llamadas era menor, aún así siempre le decía lo mismo "tus muñecas tienen la nariz como un cochino". Cuando ya rondaba la mayoría de edad, Isbelia y yo hablamos por última vez.

Esa fatídica tarde de una semana llena de exámenes aplazados y despecho adolescente, necesitaba desestresarme, pensé que era una buena idea llamar a Isbelia y decirle lo de siempre. Al segundo repique contestó; al igual que lo había hecho durante diez años, dije: "Aló, ¿Isbelia?" y ella "sí..." y yo "tus muñecas tienen la nariz como un cochino" . No me dio tiempo de colgar antes de escucharla responderme "sí, son igualitas a ti, Macglobia".

Corté enseguida y entré en un estado de paranoia tremendo, Isbelia me había descubierto y no sabía cómo (entonces el uso de los identificadores de llamadas no estaba nada extendido). Empezaba a imaginarme que se presentaba en mi casa a formar un escándalo o peor aún, que conseguía mi número y se vengaba haciéndome lo mismo. También pensé que cabía la posibilidad que ella me estuviese confundiendo con otra Macglobia, alguien de su entorno de quien ella sospechase y que casualmente se llamara igual que yo. Aún así, juré no volverla a llamar más nunca.

Hoy en día me pregunto qué habrá sido de Isbelia, si seguirá haciendo muñecas con nariz de cochino o habrá cambiado su forma de trabajar. Quisiera volver a hablar con ella, entrevistarla para este blog, ver el rostro de la persona a la que atormenté por tantos años, y claro, decirle que aún sigo pensando que sus muñecas tienen la nariz como un cochino. Lamentablemente, he perdido su número.


P.D: Si alguien conoce a Isbelia, sabe su teléfono o mejor aún su correo electrónico, por favor deje un comentario. Isbelia, si lees esto, quiero decirte que tus muñecas tienen la nariz como un cochino y que me encantaría entrevistarte.


jueves, 17 de enero de 2008

Destruyendo a Winston Vallenilla


Definitivamente, la naturaleza no es sabia nada. Si lo fuera nos habría dotado de un mecanismo que nos permitiera dejar de escuchar a voluntad, cerrar los oídos, como hacemos con los ojos. Me dirán que existe la opción de ponerse audífonos o tapones en las orejas, pero no siempre es posible.

Tal día como hoy, en contra de mis deseos, me vi forzada a oír una conversación entre gente escandalosa que duró aproximadamente media hora, la misma estaba centrada en el animador de televisión Winston Vallenilla. Sabe Dios por qué, Vallenilla es un sex symbol local; a mí no me gusta, ni siquiera me cae bien, me parece como de plástico y además grita mucho. Pero bueno, a la mayoría de las mujeres les encanta, al menos eso era lo que yo creía.

A continuación, reproduzco detalles de la conversación, porque si yo sufro, ustedes sufren conmigo ¿está claro?

Personajes:
Señora 1: Oriental, supremamente escandalosa y opositora recalcitrante.
Señora 2: De pocas palabras, no muy enterada de política ni de farándula.
Chica: Joven de unos 19 años que empieza a descubrir el poder de los medios de comunicación.

El diálogo:

Señora 2: A mí me gusta Winston Vallenilla.
Señora 1: Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy (en un tono agudo capaz de romper ventanas), ¡ese era mi noviooooooooooo!, pero desde que se metió a chavista ya no quiero saber nada de él.
Señora 2: ¿Es chavista? Yo no sabía que fuera chavista.
Señora 1: ¡Por supuesto que es chavista! ¿Tú no viste que cuando el cierre de RCTV él no salió a decir nada? ¡Además! Fulanita Wareschol, la esposa del alcalde Wareschol del municipio Nosecuantito tiene peluquerías y tiendas de trajes de baño en los Centros Comerciales de Nosenimeimporta.

A partir de ese momento, la charla se detiene unos instantes, como imaginarán las imprecisiones son mías. No entendí nunca qué tenían que ver la actividades comerciales de la esposa del alcalde de Nosecuantito con las ideas políticas de Vallenilla. La Señora 1 no explicó tal relación. ¿Será cliente de esas tiendas? ¿Se cortará el cabello en esas peluquerías? De ser así, ¿eso sería indicativo de alguna tendencia? Dime donde compras y te diré por quién votas... no lo sé. Lo más extraño es que ante tan incoherente comentario, su interlocutora no pidió ninguna explicación.

Señora 2: Bueno, pero es bello.
Chica: A mí lo que no me gusta de él son los trapos que se pone, de verdad que se ve ridículo. Unos pantalones mitad rojo y mitad amarillo ¿Qué es eso?
Señora 2: Bueno, pero déjalo ser.
Señora 1: Es que los artistas son así.
Chica: Eso es lo que me molesta, que por ser artista tiene derecho a salir a la calle vistiéndose ridículo y nadie le dice nada. Como sale en televisión, todo el mundo dice que se ve bello con esos disfraces. Si yo me pusiera una cosa de ésas y saliera a la calle, todos me criticarían y se burlarían de mí, porque no soy artista, no salgo en televisión.
Señora 2: Bueno, pero déjalo ser.
Señora 1: ¡Es que los artistas son así! ¡Son excéntricos! A mí no me importa que se vista como quiera, a mí lo que no me gusta es que sea chavista. Porque resulta que la esposa del alcalde Wareschol...
Señora 2: ¿Es chavista? ¿quién es el alcalde Wareschol?

No recuerdo qué más se dijo, todo volvía inevitablemente al comienzo. No sé si me tiré por la ventana, las maté a todas o simplemente me fui de ahí. Si llego a encontrarme a Winston Vallenilla, le daré la dirección de este blog.

jueves, 10 de enero de 2008

La pequeña rata

Érase una vez una pequeña y fea rata, salida de las alcantarillas de un pueblo de mala muerte conocido como las blablabla del llano, criada entre música llanera y no sé qué otra cosa, porque en realidad sé muy poco de su vida y tampoco me interesa conocer los detalles de su infeliz infancia.

Esta alimaña estudió y se graduó, (aprovechándose de sus compañeros obviamente, como buena ratita que es), incluso se casó con una pobre loca, y encima se da el tupé de comentar que varias ratoncitas se lo PELEABAN... si ustedes supieran lo fea y desagradable que es esta rata también se sorprenderían de que piense que alguien puede creer semejante cosa.

Actualmente se dedica a ganarse el pan haciendo creer a todos sus compañeros que es un trabajador abnegado, (cosa que algunos ingenuos creen), aparentando ser inteligente y culto mientras vocifera un "íbanos", o un "estábanos", o el muy popular "alocurar".

Si la pequeña rata los acompaña a almorzar, por favor, lleven su dinero contado, ya que al pagar la cuenta, cuando cada uno ponga su parte, él esperará hasta el final, y si por mala suerte ustedes no tienen sencillo y deben pagar con billetes grandes, él se aprovechará de eso para pagar sólo el resto, y ni sueñen que les entregará vuelto. Ah, y si por casualidad los "invita" a cualquier cosa, al final invitará una excusa tipo "se me quedó la cartera", o la poco creíble "se me olvidó la clave del cajero", y encima se sonreirá burlonamente con su hocico de gran rata.

Otra de sus costumbres es tomar palabras o frases rebuscadas de otras personas para que los demás piensen que son de su autoría, o que posee una gran cultura, estilo "apalancar", "síndrome de la organización enferma", entre otros.

Pero lo que más satisfacción le produce a la pequeña rata es burlarse de las demás personas , y aprovecharse de su buena voluntad, mientras piensa que la gente no se da cuenta, y nuevamente asoma la desagradable sonrisa burlona en su hocico. Pues quiero que sepas, pequeña rata, que por lo menos yo sí me doy cuenta de que eres una pobre basura, y lo que me das es lástima, porque tu vida es patética y miserable como tú, y tarde o temprano pagarás.

Pagarás.

Pagarás.

PAGARÁS.

Más gente insoportable

Siguiendo la línea de post anteriores en este blog, acá traigo más categorías de seres a los que provoca darles una muerte lenta y dolorosa:

Los atravesados: A ciertas personas les encanta establecer cualquier tipo de cháchara estúpida en los lugares donde estorban más: la mitad de la calle, bloqueando la entrada a algún sitio, en un pasillo muy estrecho, etc. Encima, tienen el tupé de disgustarse si uno les dice educadamente que se aparten.

Los que no pueden estar solos: Generalmente son los responsables de los tan detestados grupos grandes. No importa que vayan al automercado, al cine o al banco; siempre tendrán que ir cargando con el mejor amigo (tienen como doscientos mejores amigos), la pareja de turno, los hermanos, los compadres, etc.

Los que no dan limosna: Esta gente jamás será capaz de regalar una moneda a un mendigo, ya que son lo más miserable del universo. Sus argumentos suelen ser cosas como que los indigentes "piden porque no les gusta trabajar" (no les gusta trabajar, pero les encanta tener que dormir en el suelo y comer de la basura). Definitivamente, no sólo no los soporto sino que tampoco confío en esta gente.

Los que mandan cadenas por e-mail: Cualquier cosa que llega a sus casillas la reenvían compulsivamente a toda su lista de contactos. Por mucho que se les diga que dejen de hacerlo, continuarán en sus andanzas ya que no entienden razones, lo mejor es bloquear su dirección.

Los que toman agua a cada rato: Estos yonquis saludables cargan siempre una botella plástica que jamás se sacan de la boca, a cada momento deberán comprar una nueva o buscar un filtro para recargarla. Alguna vez alguien les dijo que era imprescindible tomar ocho vasos de agua al día y ellos entendieron ocho galones. Como consecuencia de su hábito, cuando no están bebiendo su dosis, están en el baño. Viajar con ellos, es sencillamente una pesadilla.

Los llorones: Si se les pregunta cómo están, nunca podrán responder "bien"; en cambio utilizan frases y palabras como "más o menos", "ahí", "llevándola" o incluso "mal". Cualquier dificultad o molestia cotidiana (el tráfico, la lluvia o que se les cayó la conexión a internet) será exagerada y dramatizada. Generalmente no tienen ningún problema complejo de solucionar, pero pueden demorar horas lamentándose del calor que hizo la semana pasada.

Los que odian el reggaetón: Antes que todo, debo aclarar que a mí no me gusta el reggaetón, por principio no me gusta ninguna música cuyas letras incluya las palabras "mami", "mamita", "cadera", "sabroso", "ritmo", etc. Es decir, no soporto los ritmos caribeños en general. Pero tampoco logro tragar a la gente que se pasa el día haciendo "campañas" contra determinado asunto. Estos personajes dicen odiar demasiado al reggaetón; pero conocen todas las canciones, intérpretes y se pasan el día hablando de eso. Por culpa de ellos sigue sonando, son sus mayores difusores.

Los que me preguntan la misma idiotez todos los días: Creo que simplemente no escuchan lo que se les responde. No puedo entender que alguien que me conoce desde hace varios años siga preguntándome si me dolió cuando me perforé la nariz (¡NO ME DOLIÓ, COÑO!); o si pienso hacer un postgrado (como si es que ellos me lo fueran a pagar), cuando ya yo me he encargado de dejar bien clara mi posición al respecto (¡QUE NO!).