jueves, 7 de agosto de 2008

Exijo una explicación (2)

Según nuestro sistema de estadísticas, estas son algunas de las cosas más extrañas que la gente viene a buscar en nuestro blog:

mensajes oscuros de don omar: Me entero que hay algún mensaje en la música de Don Omar.

¿qué corte tiene en el cabello diviana?: No sé, la última vez que la vi cargaba una gorra.

comentario de isbelia: Sigo esperando que comente.

porque quiero tanto a isbelia: Como la quieres tanto, ¡dile que comente!

adiccion a jalar el cabello: ¿El tuyo o el ajeno?

mujeres jamoneandose: Este tuvo que haber sido un viejo, ningún joven usa la palabra "jamonear" ni sus derivados.

como pedirle favores al diablo?: Cuando lo sepas, me avisas.

versos que hablen de cuando andan con otra: anda con otra/y tú eres bolsa/porque en vez de pegarle/ quieres recitarle. ¿Sirvió?

como pintar las paredes de mi peluqueria: ¿Con pintura?

La maldita vieja

Por razones que no vienen al caso, en los últimos días me dio por pensar cuánto habían cambiado las cosas en los últimos diez años. Y llegué a una conclusión: los adolescentes de hoy en día tienen bastante fácil la interacción social con sus pares. Si quieren comunicarse con el novi@, un amig@ o quien sea; tienen la posibilidad de chatear, mandarle un sms, enviarle un correo electrónico, dejarle un mensaje en el facebook o en última instancia llamarle a su teléfono móvil. En mis tiempos las cosas no eran así, uno se veía obligado a telefonear a las casas de la gente. Para alguien con mi personalidad fóbica y paranoide, esto se convertía en un suplicio, especialmente por culpa de la maldita vieja.

Cuando se llama a una casa ajena pueden suceder muchas cosas. Tu llamada puede ser contestada por personajes como el abuelo sordo que grita: ¿Ah? ¿qué? ¿con quién? ¿Ruiz? No, no, esta no es la familia Ruiz. ¡Ah Luis! Sí, Luis sí vive aquí. ¿De parte de quién? ¿Quién? ¿su novia? ¿una momia? ¿una loba?¡Ah, Macglobia! Finalmente, luego de eternos minutos de alaridos, termina por decir que Luis no está. Aún así, el anciano que no escucha no es nada comparado a la maldita vieja.

La maldita vieja suele estar en su casa todo el día, por lo que las posibilidades que sea ella quien atienda, son bastante altas. Su tono de voz hace pensar que se ha tragado una caja de sedantes, por eso siempre da la impresión que uno la ha despertado (aunque sean las tres de la tarde).
El personaje en cuestión desde el primer momento demuestra con su voz medicamentosa, que le molesta en exceso contestar llamadas que no son para ella (a quien nadie llama nunca).

A diferencia del abuelo sordo, ella no tiene ningún problema auditivo, pero con la única intención de molestar, pide que le repitas una y otra vez, la misma cosa: ¿Quién es? ¿Marola? ¿Malula? ¿Marulanda?; también se dedica a hacer preguntas que no vienen al caso, con su tonito odioso: ¿Con Luis? ¿Tú estudias con él? ¿No? ¿Dónde estudias tú, pues? Ah... Mira Marulanda, Luis no está y no se a qué hora regresa. Macglobia, es la cosa. Ese nombre sí es raro ¿por qué tus padres te pusieron así? ¿cómo se llaman ellos? ¿en qué trabajan? ¿y tus hermanos?

Después de cada respuesta, la maldita vieja lanza un suspiro desaprobatorio, luego arremete nuevamente con otra pregunta, hasta que se aburre y dice que está muy ocupada. Cuando Luis llegue a la casa, ella le dirá que lo llamó una tal Mayuya ¡y cómo habla esa Mayuya! ¡No me dejaba terminar de cocinar el almuerzo!

Si se es lo suficientemente demente como para volver a llamar a la casa y por mala pata la maldita vieja responde de nuevo (y Luis sigue fuera), cuando regrese, ella le comentará: Por ahí te llamó una Malula, ha estado llamando todo el santo día.

La única manera de garantizar que la maldita vieja no va a decirle nada a Luis, es cuando se le dice: Señora, por favor, dígale que me llame, es bastante urgente. Ella nunca dará el mensaje.
Por culpa de la maldita vieja, de todas las malditas viejas, muchos pasamos nuestra adolescencia llamando a las casas para colgar apenas oíamos su insoportable voz. Por culpa de la maldita vieja, los luises y las luisas del mundo dejaron de ser invitados a fiestas. Por culpa suya y sólo suya, sudamos frío tantas veces. Deben haber sido tantas las cosas que dejamos de decir y de hacer por culpa de las malditas viejas... ¡Qué vivan los celulares, carajo!