El facebook ha traído consigo una de las más horribles epidemias de este siglo: Los reencuentros. En cuanto grupo de ex-alumnos, ex-empleados y ex-etcéteras, nunca falta alguno que salta con la maldita idea: ¡Tenemos que hacer un reencuentro!
Es interesante observar los preparativos del funesto evento. El autor de la siniestra propuesta comienza a sugerir fechas y lugares que de plano son rechazados por los demás: No, el 25 no puedo, pero el 30 me queda perfecto, dice uno. Un segundo responde: El 30 está bien, pero no vayamos a ese sitio, hay un lugar enfrente que es muchísimo mejor. Llega un tercero: ¿Y si mejor esperamos para reunirnos en diciembre? José llega de España el 14. En resumidas cuentas, al rencuentro acuden sólo cinco de los cuarenta invitados, ya que el resto nunca supo ni dónde ni qué día era la cosa.
Otras veces sucede que la iniciativa no obtiene ninguna respuesta. Es entonces cuando quien la propuso comienza a acosar a los demás a punta de mails o mensajes. El día del evento, van tres o cuatro y no paran de hablar de lo fastidios@ que es Fulanit@, quien justamente ese día tuvo la mala suerte de enfermarse.
No sé ustedes, pero si he perdido contacto con alguna gente, he de tener mis razones. Por ejemplo, en secundaria conocí a cuatro o cinco personas interesantes, ellos siguen siendo mis amigos hasta hoy. De resto todos eran nietos de italianos cuyo cerebro sólo les permitía gritar ¡Forza Juve! con falso acento y cosas por el estilo. La idea de encontrarlos de nuevo, diez años después y comprobar que siguen siendo idiotas pero que además están gord@s, viej@s y que de paso tienen hij@s, me asquea hasta el infinito.
De verdad no quiero que Antonella Di Estupidetti me muestre las fotos de su boda y menos aún que Fabrizio Anormalli me hable de política. Tampoco quiero pagar una cerveza más cara que mi corte de cabello porque a la hora de pagar "falta plata". Por lo tanto, eso de los reencuentros mejor se lo dejamos al grupo Menudo ¿no les parece?