El otro día una compañera de trabajo me contaba horrorizada que había comprado un CD de canciones infantiles para su hijita de dos años y se había encontrado con una pieza cuya letra la horrorizó: Dice algo de pegarle a la mamá, me dijo.
Busqué en los archivos de cosas inútiles que conforman mi memoria, y enseguida encontré los versos de la canción a la que hacía referencia mi compañera:
Busqué en los archivos de cosas inútiles que conforman mi memoria, y enseguida encontré los versos de la canción a la que hacía referencia mi compañera:
Me su...
Me su...
Me subo a la cama,
tiro la maleta,
rompo una botella,
mi mamá me pega, yo le pego a ella.
Recordé que en la primaria la cantábamos mientras jugábamos a chocar las manos; luego también pensé que en ese tiempo a mí no me gustaba tanto jugar con esa canción sino con otra. Inicié una nueva búsqueda mental para de nuevo dar con la letra:
El Cacique Guaicaipuro puro-puro,
ha matado a su mujer jer-jer,
porque no le dio dinero nero-nero,
para irse en el tren tren-tren.
Le canté el verso a la señora, con la plena seguridad que ella lo recordaría también. En efecto, me dijo con espanto que conocía la canción, pero jamás había prestado atención al mensaje. Me empecé a divertir con el asunto y mi bendita memoria me brindó nuevos versos que creía olvidados:
Arroz con leche,
me quiero casar,
con una viudita de la capital,
que sepa coser,
que sepa bordar,
que ponga la mesa en su santo lugar.
Entonces, veamos, en tres canciones infantiles encontramos referencias a: Violencia doméstica entre madre e hij@, homicidio al cónyuge por motivos económicos y finalmente un machismo delirante. Y pensar que son los discos de rock, hip-hop, reggaetón, etc. los que traen la fulana etiqueta de "parental advisory, explicit lyrics".
Es interesante también observar lo siguiente: mi interlocutora, que ronda los cuarenta años, se percata del lado oscuro de las canciones para niños justo frente a un tema que ella no conoció en su infancia (el primero que colocamos acá). No obstante, cuando le presento el contenido de los versos que ella cantó cuando niña, confiesa que a pesar de conocer la canción, nunca había prestado atención a la letra de la misma.
En resumidas cuentas, de este estudio muy poco serio, esta servidora llega a la conclusión que los de la mente impresionable no son los niños: son los adultos. Me atrevo por tanto a afirmar que ningún niño va a salir a pegarle a la mamá ni a matar mujeres porque lo oyó en una estúpida canción (sea infantil o no); no obstante, no soy capaz de decir lo mismo en el caso de un adulto (cuántos dementes no asesinaron a su pareja por una cosa que creen haber leído en la Biblia, por decir algo).
Yo propongo que la compra de determinados discos, libros, películas, etc. sea limitada única y exclusivamente a personas menores de 18 años.
Es interesante también observar lo siguiente: mi interlocutora, que ronda los cuarenta años, se percata del lado oscuro de las canciones para niños justo frente a un tema que ella no conoció en su infancia (el primero que colocamos acá). No obstante, cuando le presento el contenido de los versos que ella cantó cuando niña, confiesa que a pesar de conocer la canción, nunca había prestado atención a la letra de la misma.
En resumidas cuentas, de este estudio muy poco serio, esta servidora llega a la conclusión que los de la mente impresionable no son los niños: son los adultos. Me atrevo por tanto a afirmar que ningún niño va a salir a pegarle a la mamá ni a matar mujeres porque lo oyó en una estúpida canción (sea infantil o no); no obstante, no soy capaz de decir lo mismo en el caso de un adulto (cuántos dementes no asesinaron a su pareja por una cosa que creen haber leído en la Biblia, por decir algo).
Yo propongo que la compra de determinados discos, libros, películas, etc. sea limitada única y exclusivamente a personas menores de 18 años.